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Homilía monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, 7 de septiembre 2025 en Palma del Rio Córdoba
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Sep 7, 2025
El obispo de Matagalpa y administrador apostólico de Estelí, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, presidió este domingo 7 de septiembre en Palma del Río, Córdoba, la Función de las Primeras Vísperas Solemnes en honor a la Virgen de Belén Coronada, patrona y alcaldesa perpetua de esa ciudad en España. Esta fue su homilía. Los detalles en: https://mosaicocsi.com/2025/09/07/monsenor-alvarez-no-hay-belen-sin-cruz-ni-cruz-sin-belen/
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Eminenza
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don Carlos Osoro.
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Es una
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gracia, una bendición y un honor para mí
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concelebrar con usted esta Eucaristía
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y le agradezco por ello.
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agradecer
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por la invitación
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a don Francisco Gómez,
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queridísimo párroco de esta bellísima
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parroquia de Nuestra Señora de la
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Asunción.
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Gracias por la invitación. Dios se lo
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paguen.
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Con el mismo precio saludar a don Manuel
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Jesús, en cuya parroquia también he
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estado hace algunos meses en vista de
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las fiestas patronales. Igualmente
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saludar al muy querido padre Eric
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de
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la diócesis de Matagalpa, de mi diócesis
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en Nicaragua
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y que
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hace su trabajo pastoral
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en la diáspora
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sirviendo
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en la diócesis de Sevilla. en la
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parroquia Nuestra
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Señora del Mayor Dolor.
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Queridas religiosas,
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seminaristas,
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hermanos y hermanas,
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nadie puede ser mi discípulo
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si no toma su cruz.
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y me sigue,
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nos ha dicho el Señor en el texto
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evangélico
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de este
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23er
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domingo del tiempo ordinario,
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vísperas
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de la solemnidad
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de nuestra santísima Virgen María de
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Belén
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Y es que la cruz, amadísimos hermanos,
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es con natural a la vida
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y a la vida cristiana.
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Por eso pareciera providencial que
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nuestro cuerpo
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está hecho precisamente
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en forma de cruz.
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La cruz
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es todo sufrimiento,
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todo
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dolor, toda enfermedad,
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todo evento, toda situación, toda
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circunstancia
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que nos agobia en esta vida.
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Por eso hay algunas cruces
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que podríamos afirmar,
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podríamos afirmarlo muy bien. Son más
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pequeñas que otras,
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pero todas cruces.
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Y cada uno de nosotros va cargando su
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propia cruz,
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una cruz
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por la cual el Señor le ha concedido
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también a cada uno de nosotros la gracia
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de poder sostenerla y llevarla en el
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camino. Es una cruz que no se puede
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cambiar con nadie.
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Tu cruz no la puedes cambiar.
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Yo he escuchado a las madres
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como ustedes que están aquí presentes,
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decir, "Yo quisiera pagar,
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yo quisiera llevar,
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yo quisiera sustentar es el dolor de mi
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hijo, de mi hija
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en vez de ella. Pero por mucho amor que
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se tenga, es imposible.
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Cada quien carga con la cruz propia.
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se cuenta esa
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anécdota
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bonita
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que ya muchos conocerán, tanto los aquí
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presentes como todos los amados hermanos
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que nos siguen a través de los medios de
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comunicación,
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que un hombre no estaba contento con su
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cruz,
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no llevaba
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con tranquilidad ni con serenidad su
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cruz
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y quería cambiarla.
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Y entonces
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el Señor le concedió
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el la posibilidad
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de hacerlo
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y entró cuenta esta anécdota
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a una especie de supermercado de cruces.
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Deja él su cruz
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casi por la entrada
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y comienza
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a probar a tallarse
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cada cruz que había y que iba
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encontrando en ese camino.
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Una para él era demasiado pesada más que
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la propia.
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Otra era demasiado liviana
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y a todas les fue encontrando
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una dificultad real
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por la cual no se sentía él con la
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fuerza ni con esa capacidad para poder
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sostenerla ni llevarla en la vida.
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Sin embargo, llegó al al otro punto
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de aquel supermercado,
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se talló una cruz
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y sintió que efectivamente esa sí le
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venía bien.
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Y entonces le dice al Señor,
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esta me llevo, esta sí, siento que es la
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mía.
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Y le responde Dios, "Es la misma que has
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dejado tú a la entrada. Esa ha sido tu
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cruz toda la vida.
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No podemos cambiarla.
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Es imposible.
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Hemos de llevarla siempre.
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Pero el misterio de la cruz no es una
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iniquidad,
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no es una condenación. ni una maldición
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desde que Cristo
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murió en ella.
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La cruz que efectivamente
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antes
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era un misterio, era un misterio, un
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signo inicuo
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donde solamente morían
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los malvados,
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se convirtió en un signo bendito
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donde ahora viven
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los redimidos.
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Nosotros
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estamos celebrando
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a la más bella y bendita entre todas las
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mujeres,
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la santísima Virgen María
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de Belén,
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la mujer
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que en Belén
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nos dio a luz
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al Salvador,
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nos dio a luz precisamente a ese que en
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la cruz nos ha redimido,
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nos ha salvado,
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nos ha ayudado a llevar nuestra cruz y
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él la lleva con nosotros.
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Por eso el misterio de Belén
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está íntimamente unido, vinculado con el
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misterio de la cruz.
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No hay cruz sin Belén y no hay
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Belén sin cruz.
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Cristo nació para morir en la cruz y
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resucitar al tercer día y lo trajo al
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mundo la bendita entre todas las
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mujeres.
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Por eso el sí de la Virgen Santísima, la
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Virgen de Belén
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mi secundum verbum.
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Hágase en mí según tu palabra. Verbum
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carctum es y el verbo se hizo carne y
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habitó entre nosotros.
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Ese sí de la Virgen Santísima para que
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la palabra se hiciera carne y habitara
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entre nosotros.
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Es el sí que también en Belén
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hizo que diera luz al Salvador y que en
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la cruz sostiene con su fuerza de madre,
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con su silencio de mujer maternal
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al hijo que está padeciendo la muerte.
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El sí de Belén
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es el sí de la cruz.
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Por eso
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bien podríamos
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llamar
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a la Virgen de Belén,
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la Virgen de la Cruz,
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la Virgen de los Dolores,
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la Virgen del sufrimiento.
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Bien, podemos ver en ella, en esta bella
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imagen de la Virgen de Belén,
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lo que le profetizó Simeón, una espada
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te atravesará el corazón.
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Y efectivamente en la cruz, el dolor de
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ver a su hijo crucificado
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le atravesó el corazón
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y su fe llegó al culmen del sí. Aquel sí
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inicial en Belén ha conocido ya la mayor
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madurez.
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Es el mayor Fiat, el mayor sí que ha
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conocido la humanidad. El sí de Belén
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conoce su mayor madurez y plenitud en la
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cruz. Es en la cruz donde conocemos en
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realidad el mayor sí que ha conocido la
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humanidad.
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Pidámosle nosotros
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a la Virgen Santísima
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que nos ayude a cargar con nuestra cruz
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a la Virgen de Belén, que nos ayude a
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cargar con
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nuestros propios dolores
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y que nos ayude a decir como ella hagas
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en mí según tu palabra.