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Lectura del libro del Génesis. Jacob
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salió de Berceba y se dirigió a Arán. Al
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llegar a cierto lugar, quiso pasar la
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noche allí, pues el sol se había puesto.
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Tomó una piedra de lugar, la usó como
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almohada y se durmió allí. En sueños vio
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una escalera apoyada en el suelo, cuyo
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otro extremo llegaba al cielo, y los
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ángeles de Dios subían y bajaban por
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ella. El Señor se paró en lo alto de la
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escalera y le dijo, "Yo soy el Señor, el
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Dios de tu padre Abraham y el Dios de
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Isaac. La tierra en la que duermes te la
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daré a ti y a tu descendencia. Tu
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descendencia será como el polvo de la
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tierra y te extenderás al oeste y al
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este, al norte y al sur. Todas las
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naciones de la tierra serán bendecidas
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en ti y en tu descendencia. Yo estoy
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contigo y te guardaré donde quiera que
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vayas y te traeré de regreso a esta
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tierra. Nunca te abandonaré hasta que
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haya cumplido lo que te he prometido.
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Cuando Jacob despertó, dijo,
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"Seguramente el Señor está en este lugar
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y yo no lo sabía." Se llenó de terror y
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dijo, "Qué imponente es este lugar. Esta
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debe ser la casa de Dios y la puerta del
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cielo. Temprano en la mañana, Jacob se
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levantó y tomó la piedra que había usado
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como almohada y la erigió como pilar,
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derramándole aceite. Llamó al lugar
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Betel, pero la ciudad antes se llamaba
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Luz. Jacob hizo un voto diciendo, "Si
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Dios está conmigo y me protege en este
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viaje, dándome pan para comer y ropa
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para vestir, y si regreso sano y salvo
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la casa de mi Padre, entonces el Señor
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será mi Dios." Vi seunda. Y esta piedra
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que he erigido como pilar sagrado será
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una morada para Dios. Palabra de Dios.
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Proclamación del Evangelio de Jesucristo
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según San Mateo. Gloria a ti, Señor.
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Mientras Jesús hablaba, un funcionario
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se acercó, se arrodilló ante él y le
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dijo, "Mi hija acaba de morir, pero ven,
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pon tu mano sobre ella y vivirá." Jesús
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se levantó y lo siguió junto con sus
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discípulos. En ese momento, una mujer
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que llevaba 12 años sufriendo hemorragia
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se acercó por detrás y tocó el borde de
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su manto. Pensó, "Si tan solo toco su
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Jesús se volvió, la vio y le dijo,
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"Ánimo, hija, tu fe te ha salvado." Y la
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mujer quedó sana desde ese momento. Al
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llegar a la casa del funcionario, Jesús
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vio a los flautistas y a la multitud
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haciendo un alboroto. "Váyanse", dijo,
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"que la niña no está muerta, sino
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dormida." Y comenzaron a burlarse de él.
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Cuando la multitud se hubo retirado,
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Jesús entró, tomó a la niña de la mano y
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ella se levantó. Y esta noticia se
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extendió por toda aquella región.
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Palabra del Salvador. Gloria a ti,
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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
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imagínense viajando por un camino
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solitario y polvoriento, con el sol
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poniéndose en el horizonte y la
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oscuridad acercándose rápidamente.
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Están cansados, hambrientos, cargando
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sobre sus espaldas el peso de decisiones
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difíciles y un futuro incierto. No hay
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hotel a la vista, solo rocas y terreno
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árido. Se resignan a dormir a la
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intemperie usando una roca como
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almohada. Pero entonces, en medio de la
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noche sucede algo extraordinario.
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El cielo se abre y tienen una visión que
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cambiará para siempre su comprensión de
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quiénes son y hacia dónde van. Esta es
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exactamente la situación en la que
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encontramos a Jacob en nuestra primera
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lectura de hoy. Está huyendo, huyendo de
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la ira de su hermano Esaú, huyendo de
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las consecuencias de sus decisiones
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cuestionables, huyendo de un pasado que
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lo atormenta. Jacob, cuyo nombre
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significa el que vence, había vivido una
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vida marcada por la manipulación y el
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engaño. Pero es precisamente en ese
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momento de vulnerabilidad cuando Jacob
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se siente más solo e indefenso que Dios
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decide revelarse a él. Qué profunda
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lección. Dios no espera que seamos
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perfectos, que tengamos nuestras vidas
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completamente organizadas, que estemos
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en nuestro mejor momento para
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encontrarse con nosotros. Al contrario,
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a menudo se revela en los momentos más
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difíciles cuando nos sentimos perdidos e
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indefensos. He aquí, una escalera estaba
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apoyada en la tierra. y su extremo
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tocaba el cielo. Y aquí los ángeles de
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Dios subían y bajaban por ella. Qué
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visión tan extraordinaria.
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Esta escalera no es solo una imagen
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poética, es una profunda revelación
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sobre la naturaleza de Dios y su
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relación con nosotros. La escalera
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representa la conexión entre el cielo y
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la tierra, entre lo divino y lo humano.
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Nos muestra que no estamos aislados en
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nuestra existencia terrenal, sino que
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existe una comunicación constante entre
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nuestro mundo y el mundo celestial. Los
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ángeles que ascienden y descienden
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simbolizan esta comunicación divina, las
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oraciones que suben y las bendiciones
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que bajan. Pero lo más sorprendente es
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que Dios está en la cima de la escalera,
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no distante ni inaccesible, sino
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presente y hablándole directamente a
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Jacob. Yo soy el Señor, el Dios de
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Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac.
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Dios se identifica no solo como el Dios
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todopoderoso, sino como el Dios de su
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familia, el Dios de su herencia. Y luego
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viene la promesa, la tierra en la que
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estás acostado te la daré a ti y a tu
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descendencia después de ti. Qué divina
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ironía. Jacob yace en lo que parece un
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suelo inhóspito, usando una piedra como
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almohada, sintiéndose abandonado. Y Dios
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le promete que esta tierra será su
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herencia. Cuántas veces en nuestra vida
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nos hemos encontrado en momentos
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similares. Tal vez estés atravesando una
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crisis financiera, durmiendo intranquilo
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por la preocupación de cómo pagar las
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cuentas. O tal vez tengas problemas de
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salud sintiéndote como si estuvieras en
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terreno pedregoso. O tal vez estén
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luchando con relaciones rotas,
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sintiéndose como Jacob, huyendo de las
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consecuencias de sus propias decisiones.
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Pero el mensaje de hoy es claro. Es
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precisamente en estos momentos cuando
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Dios está más cerca. Cuando despertamos
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de nuestro letargo espiritual como
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Jacob, descubrimos que ciertamente el
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Señor está en este lugar y yo no lo
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Dios continúa su promesa a Jacob, "He
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aquí, yo estoy contigo y te guardaré
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donde quiera que vayas." Qué poderosa
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seguridad. No es una promesa de una vida
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fácil, sino de presencia constante. No
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es una garantía de ausencia de
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problemas, sino de compañía divina en
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medio de los desafíos. Jacob despierta
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transformado, toma la piedra que le
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servía de almohada y la erige como punto
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de referencia, derramando aceite sobre
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ella. Esa piedra que representaba la
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incomodidad y la dureza, ahora se
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convierte en un altar, un lugar sagrado
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de encuentro con Dios y renombra el
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lugar Betel, que significa casa de Dios.
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Qué transformación extraordinaria.
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Lo que parecía un lugar desolado se
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convierte en un lugar sagrado. Lo que
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era solo una parada forzada en un viaje
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de escape se convierte en un encuentro
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transformador con lo divino. En nuestro
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evangelio encontramos a Jesús en
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movimiento, yendo de la casa de Mateo a
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otras necesidades urgentes. Y es aquí
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donde dos historias se entrelazan de
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manera magistral, ambas hablando de la
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fe en momentos de desesperación.
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Primero, un líder de la sinagoga se
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acerca a Jesús. Imagine la humildad
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requerida para este acto. Como líder
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religioso, tenía estatus y reputación
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que mantener, pero su hija había muerto.
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Ante la muerte, todas las barreras
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sociales y religiosas se derrumban. Se
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postra ante Jesús y le hace una petición
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que va más allá de cualquier comprensión
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humana. Mi hija acaba de morir, pero
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ven, pon tu mano sobre ella y vivirá.
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Qué fe tan extraordinaria.
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No pide la curación de un enfermo, pide
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la resurrección de alguien que ya ha
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muerto. Esta es la fe que mueve
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montañas, que transforma lo imposible en
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realidad. Pero mientras Jesús camina
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hacia la casa del líder de la sinagoga,
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ocurre algo que profundiza aún más
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nuestra comprensión de la fe. Una mujer
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que llevaba 12 años sufriendo
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hemorraggias se acerca por detrás y toca
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el borde del manto de Jesús. Piensen en
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la situación de esta mujer. 12 años de
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sufrimiento, 12 años gastando dinero en
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médicos que no podían ayudarla, 12 años
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de aislamiento social porque su
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condición la convertía en ritualmente
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impura. 12 años de esperanza postergada,
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de sueños destrozados, pero ella había
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oído hablar de Jesús y en medio de la
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multitud realiza un acto de fe
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desesperada. Con solo tocar su manto,
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seré sanada. Qué fe tan íntima y
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personal. No busca una sanación pública
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ni dramática, solo un toque secreto, un
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encuentro silencioso con el poder
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divino. Y Jesús, al darse cuenta de que
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el poder había salido de él, se vuelve y
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la busca. Cuando ella confiesa lo que ha
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hecho, Jesús no la reprende por su
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osadía, en cambio, la llama hija y
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declara, "Tu fe te ha sanado."
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Aquí tenemos una profunda lección sobre
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la naturaleza de la fe. No se trata solo
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de grandes gestos públicos o
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declaraciones dramáticas. A veces es el
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toque silencioso, el susurro del
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corazón, el gesto discreto de quienes
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buscan a Dios en medio de la
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desesperación. Jesús continúa entonces
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su camino hacia la casa del líder de la
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sinagoga, donde encuentra un ambiente de
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luto y desesperación. La gente se ríe
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cuando dice que la niña no está muerta,
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sino dormida. Pero Jesús, tomándola de
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la mano, la resucita. Qué poderoso
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contraste entre estas dos historias. Una
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mujer que ha sufrido durante 12 años es
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sanada instantáneamente por su fe. Una
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niña que había muerto es devuelta a la
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vida por el poder de Jesús. Ambas
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historias nos hablan de la capacidad de
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Dios para transformar situaciones
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imposibles. Mis queridos hermanos y
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hermanas, hoy estamos invitados a
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reflexionar sobre nuestra propia fe.
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¿Dónde están las piedras en nuestras
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vidas que necesitan ser transformadas en
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altares? ¿Cuáles son los lugares de
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incomodidad y dificultad que pueden
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convertirse en Betels? Casas de Dios.
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Quizás te enfrentas a una situación
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aparentemente imposible, como la muerte
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de la hija del líder de la sinagoga. O
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quizás estás lidiando con un sufrimiento
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prolongado como la hemorragia de la
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mujer. En ambos casos, el mensaje es el
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mismo. Dios está presente, incluso
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cuando no nos damos cuenta. Al igual que
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Jacob, puede que a veces nos sintamos
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perdidos huyendo de nuestras
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responsabilidades o de las consecuencias
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de nuestras decisiones. Pero es
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precisamente en esos momentos que Dios
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se nos revela. Él no espera que seamos
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perfectos. Nos encuentra en nuestra
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La escalera de Jacob nos recuerda que
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existe una conexión constante entre el
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cielo y la tierra, entre nuestras
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necesidades y la provisión de Dios. Los
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ángeles suben y bajan, llevando nuestras
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oraciones y trayendo respuestas divinas.
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Y al igual que las mujeres del
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Evangelio, estamos llamados a una fe que
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va más allá de la lógica humana. Una fe
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que cree en la sanación cuando la
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medicina falla, en la resurrección
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cuando la muerte parece definitiva, en
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la esperanza cuando la circunstancias
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gritan desesperación. Que como Jacob
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despertemos con una nueva comprensión de
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la presencia de Dios en nuestras vidas,
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que digamos con convicción, "Ciertamente
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el Señor está en este lugar y yo no lo
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sabía." y que transformemos nuestros
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momentos de dificultad en altares de
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adoración, reconociendo que Dios está
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con nosotros en cada paso del camino.
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Que la fe de la mujer con hemorragia nos
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inspire a buscar a Jesús incluso en
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medio de la multitud, incluso cuando nos
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sentimos insignificantes.
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Y que la fe del líder de la sinagoga nos
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anime a creer en lo imposible, a confiar
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en que Jesús puede traer vida donde hay
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muerte, esperanza donde hay
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desesperación. Que el Dios de Jacob, el
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Dios de Abraham e Isaac, el Dios que
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resucita a los muertos y sana a los
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enfermos, sea nuestro Dios hoy y
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siempre. Que él nos cuide donde quiera
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que vayamos y que siempre encontremos
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nuestro hogar, nuestro Betel, en su
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presencia. Y que la gracia del Señor
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Jesucristo, el amor de Dios Padre y la
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comunión del Espíritu Santo sean con
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todos ustedes. Amén.
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Santo Miguel Arcángel, defiéndenos en la
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batalla. Sé nuestro amparo contra la
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perversidad y las asechanzas del
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demonio. Reprímale, Dios. Pedimos
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suplicantes y tú, príncipe de la milicia
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celestial, arroja al infierno con el
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divino poder a Satanás y a los demás
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espíritus malignos que andan dispersos
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por el mundo para la perdición de las