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Evangelio de hoy - Jueves 14 de agosto de 2025 - Mateo 18:21–19:1 - Biblia Católica
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Aug 14, 2025
¡Bienvenido a nuestro encuentro diario con la Palabra de Dios! Hoy meditamos sobre las lecturas del Libro de Josué (Josué 3,7-10a.11.13-17) y del Evangelio según San Mateo (Mateo 18,21–19,1). Estas lecturas nos hablan del poder de Dios para abrir caminos imposibles y del perdón como una necesidad para quien desea vivir en comunión con Él. Primera Lectura (Josué 3,7-10a.11.13-17): Dios exalta a Josué ante todo el pueblo y confirma su liderazgo con un milagro: cuando los sacerdotes tocan las aguas del Jordán llevando el Arca, el río se detiene, permitiendo que el pueblo cruce en seco. Este acto manifiesta claramente que Dios camina con su pueblo y que su presencia abre caminos de salvación. Esta lectura nos invita a confiar plenamente en Dios. Cuando caminamos con fe, Él transforma los obstáculos en oportunidades y nos guía con su mano poderosa. Evangelio (Mateo 18,21–19,1): Pedro le pregunta a Jesús cuántas veces debe perdonar, y Él responde: “setenta veces siete.” Jesús narra entonces la parábola del siervo despiadado, quien fue perdonado por su señor, pero no tuvo misericordia con su prójimo. Jesús nos enseña que solo quien perdona puede experimentar la misericordia de Dios. Este Evangelio es una llamada urgente al perdón sincero. Perdonar no es olvidar, sino liberar el corazón. Es un acto de fe que nos transforma y nos acerca al corazón de Dios. Reflexión y Llamado a la Conversión Las lecturas de hoy nos animan a confiar en el poder de Dios que abre caminos milagrosos y a practicar el perdón como un estilo de vida. Así como Israel cruzó el Jordán confiando, tú también puedes cruzar las aguas de la herida, del rencor, con el poder de la fe. Que la Palabra de hoy ilumine tu día y transforme tu corazón. Comparte en los comentarios cómo Dios ha abierto caminos en tu vida y qué papel ha tenido el perdón en tu historia. 📖 Lecturas del Día: Primera Lectura: Josué 3,7-10a.11.13-17 Evangelio: Mateo 18,21–19,1
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[Música]
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Lectura del libro de Josué. En aquellos
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días, el Señor le dijo a Josué, "Hoy
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comenzaré a exaltarte ante los ojos de
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todo Israel para que sepas que estoy
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contigo como estuve con Moisés. Tú
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ordena a los sacerdotes que llevan el
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arca de la alianza, diciéndoles, "Cuando
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lleguen a la orilla del Jordán,
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deténganse allí."
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Entonces Josué dijo a los hijos de
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Israel, acérquense y escuchen las
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palabras del Señor su Dios.
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Y añadió, "En esto sabrán que el Dios
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vivo está entre ustedes y que expulsará
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a los cananeos de delante de ustedes.
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Miren, el arca del pacto del Señor de
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toda la tierra cruzará el Jordán delante
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de ustedes. Y tan pronto como los
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sacerdotes que llevan el arca del Señor
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de toda la tierra toquen las aguas del
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Jordán con las plantas de los pies, las
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aguas se dividirán, las aguas de abajo
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fluirán, pero las aguas de arriba se
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detendrán y formarán una presa."
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Cuando el pueblo levantó el campamento
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para cruzar el Jordán, los sacerdotes
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que llevaban el arca del pacto se
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presentaron ante todo el pueblo al
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llegar al río Jordán y con los pies de
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los sacerdotes mojados en las aguas de
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la orilla, pues el Jordán se desborda
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durante la siega, las aguas que fluían
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de arriba se detuvieron, formando una
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gran presa hasta Adán, la ciudad vecina
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a Zaretán. Las aguas que fluían de abajo
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descendieron hacia el mar del Arabá, el
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mar salado, hasta secarse por completo.
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Entonces el pueblo cruzó frente a
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Jericó. Los sacerdotes que llevaban el
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arca de la alianza del Señor se
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mantuvieron firmes en seco en medio del
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río y permanecieron allí hasta que todo
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Israel hubo cruzado el Jordán en seco.
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Palabra del Señor. Gracias a Dios.
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[Música]
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Proclamación del Evangelio de Jesucristo
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según San Mateo. Gloria a ti, Señor. En
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aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y
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le preguntó, "Señor, ¿cuántas veces debo
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perdonar a mi hermano si peca contra
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mí?" Hasta siete. Jesús respondió, no te
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digo hasta siete, sino hasta 70 veces
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siete, porque el reino de los cielos es
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como un rey que quiso ajustar cuentas
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con sus siervos. Al comenzar a ajustar
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cuentas, le presentaron a uno que le
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debía una gran suma de dinero. Como el
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siervo no tenía con qué pagar, su amo
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ordenó que lo vendieran como esclavo
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junto con su esposa, sus hijos y todo lo
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que tenía y que se le pagaría. Pero el
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siervo cayó a los pies de su amo y
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postrándose le suplicó, "Espera un poco
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y te lo pagaré todo." Cuando el amo se
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compadeció de él, lo soltó y le perdonó
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la deuda. Al salir, encontró a uno de
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sus compañeros que le debía solo 100
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denarios. Lo agarró y comenzó a
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estrangularlo diciendo, "Págame lo que
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me debes." Su compañero cayó a sus pies
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y le suplicó, "Espera un poco y te lo
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pagaré."
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Pero el siervo no quiso saber nada.
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Salió y lo mandó arrojar al bueno. Lo
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encarcelaron hasta que pagara lo que
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debía. Al ver lo sucedido, los demás
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sirvientes angustiaron profundamente y
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fueron a su amo y le contaron todo.
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Entonces el amo lo mandó llamar y le
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dijo, "Siervo malvado, te perdoné toda
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tu deuda porque me lo rogaste. ¿No
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debías tú también haber tenido compasión
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de tu compañero como yo la tuve de ti?"
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El Señor furioso ordenó que lo
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entregaran a los verdugos hasta que
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pagara toda su deuda. Así les hará mi
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Padre celestial si no perdonan de
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corazón a su hermano. 19 Cuando Jesús
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terminó estas palabras, salió de Galilea
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y llegó a la región de Judea, al otro
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lado del Jordán. Palabra del Salvador.
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Gloria a ti, Señor.
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[Música]
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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
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imagínense ante un río turbulento cuyas
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aguas se precipitan impetuosamente,
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formando remolinos y olas que parecen
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imposibles de cruzar. Detrás de ustedes
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el pasado, conocido, pero ya superado.
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Delante, al otro lado de las aguas, una
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tierra prometida, llena de
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posibilidades, pero aún desconocida. Y
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se preguntan, ¿cómo cruzar? ¿Cómo llegar
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desde donde están hasta donde Dios los
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llama? Esta poderosa imagen del río
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Jordán en nuestra primera lectura de hoy
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no es solo una historia antigua de un
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pueblo cruzando un río. Es una profunda
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metáfora del viaje espiritual que cada
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uno de nosotros está llamado a
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emprender. Un viaje que requiere fe,
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valentía y, como veremos en el
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evangelio, un corazón transformado por
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el perdón. Josué recibe una promesa
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extraordinaria de Dios. Hoy comenzaré a
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magnificarte ante los ojos de todo
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Israel, para que sepan que como estuve
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con Moisés, estaré contigo. Qué
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declaración tan poderosa. Dios no solo
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prometía estar presente, prometía
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manifestar su presencia de forma visible
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e inconfundible. Pero observen algo
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fascinante. Dios podría simplemente
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haber secado el río con antelación,
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creando un paso fácil para el pueblo. En
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cambio, elige un método que requiere una
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fe activa. Los sacerdotes deben cargar
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el arca de la alianza y entrar primero
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en el agua. Solo cuando sus pies toquen
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las aguas del Jordán dividirán el río.
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Qué profunda lección sobre la naturaleza
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de la fe. Dios a menudo nos llama a dar
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el primer paso antes de ver el camino
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completamente despejado. Nos invita a
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confiar en el incluso cuando las
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circunstancias parecen imposibles,
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incluso cuando las aguas de nuestras
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vidas son turbulentas y amenazantes.
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Piensa en tu propia vida por un momento.
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¿A qué ríos te enfrentas hoy? Quizás sea
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una situación financiera difícil que
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parece imposible de superar o una
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relación herida que necesita sanación o
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una decisión importante que debes tomar,
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pero el camino no está claro, o incluso
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la lucha por perdonar a alguien que te
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ha herido profundamente. Es precisamente
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en este último punto que nuestra lectura
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del evangelio conecta brillantemente con
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el cruce del Jordán. Pedro se acerca a
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Jesús con una pregunta que revela tanto
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su generosidad como sus limitaciones
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humanas.
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Señor, si mi hermano peca contra mí,
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¿cuántas veces lo perdonaré? Hasta siete
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veces. Pedro probablemente se sentía
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bastante magnánimo. La tradición
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rabínica de la época sugería perdonar
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hasta tres veces. Pedro duplicó con
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creces esa expectativa. Siete. El número
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de la perfección bíblica. Seguramente
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eso sería suficiente para impresionar al
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maestro, pero la respuesta de Jesús es
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impactante. No te digo hasta siete, sino
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hasta 70 veces si. Jesús no está
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estableciendo un nuevo límite
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matemático. Está aboliendo por completo
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la idea de límites al perdón. Está
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diciendo que el perdón debe ser tan
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ilimitado como el amor de Dios por
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nosotros. Para ilustrar este principio
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revolucionario, Jesús cuenta la parábola
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del siervo implacable. Un hombre que
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debía una cantidad astronómica, 10,000
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talentos, equivalentes a millones de
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días de trabajo, recibe el perdón
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completo de su deuda. Pero este mismo
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hombre, momentos después exige
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violentamente el pago de una deuda
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insignificante a un colega. Esta
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parábola es un espejo que refleja
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nuestra propia condición espiritual.
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Todos tenemos una deuda impagable con
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Dios. Nuestros pecados, nuestros
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fracasos, nuestra rebelión. Todo esto
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creó un abismo que jamás podríamos
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cruzar por nuestros propios méritos. Y
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sin embargo, Dios, en su infinita
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misericordia perdonó completamente
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nuestra deuda mediante el sacrificio de
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Cristo. Aquí radica la profunda conexión
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entre ambas lecturas. Así como el pueblo
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de Israel necesitó cruzar el Jordán para
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entrar en la tierra prometida, nosotros
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necesitamos cruzar las aguas turbulentas
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del perdón para entrar plenamente en el
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reino de Dios. El perdón es nuestro
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cruce del Jordán. Es el momento en que
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nos sumergimos en las aguas turbulentas
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del dolor, la herida y el resentimiento,
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confiando en que Dios abrirá un camino.
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Es el acto de fe que nos libera del
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pasado y nos permite avanzar hacia el
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futuro que Dios nos ha preparado. Pero
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al igual que cruzar el Jordán, el perdón
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no es fácil. Requiere que demos el
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primer paso incluso cuando no vemos como
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es posible. Requiere que confiemos en
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Dios, incluso cuando nuestros
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sentimientos claman por justicia o
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venganza. Piensa por un momento,
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¿quiénes son las personas en tu vida que
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necesitas? Perdonar. Quizás sea un
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familiar que te decepcionó
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profundamente, un amigo que te
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traicionó, un colega que te lastimó, o
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quizás seas tú mismo luchando por
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aceptar el perdón de Dios por algo que
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hiciste en el pasado. Perdonar no
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significa minimizar el dolor ni fingir
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que la ofensa nunca ocurrió. No
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significa necesariamente restaurar una
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relación a su estado anterior,
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especialmente si eso los pondría a ambos
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en peligro. Perdonar es una decisión, un
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acto de voluntad alineado con la
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voluntad de Dios. Es elegir liberar a
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alguien de la deuda que nos debe, así
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como Dios nos ha liberado de nuestra
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deuda con él. Y aquí radica la
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maravillosa paradoja. Cuando perdonamos,
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somos nosotros los que nos liberamos. El
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resentimiento, la amargura, el deseo de
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venganza. Todo esto son como pesadas
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cadenas que nos atan al pasado,
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impidiéndonos avanzar hacia el futuro
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que Dios ha preparado. Imagina a los
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israelitas intentando cruzar el río
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Jordán cargando pesadas piedras a la
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espalda. Sería imposible. Del mismo
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modo, nosotros no podemos cruzar a la
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nueva vida que Dios tiene para nosotros.
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Nosotros, mientras cargábamos con el
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peso de la falta de perdón, cuando los
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sacerdotes entraron en las aguas del río
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Jordán, ocurrió algo milagroso. Las
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aguas que descendían de arriba se
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detuvieron y se acumularon a lo lejos. Y
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las aguas que fluían hacia el mar del
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Arabá, el Mar Salado, quedaron
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completamente cortadas.
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Dios no solo abrió un camino, creó un
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espacio seguro y seco para que todo el
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pueblo pudiera cruzar. De la misma
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manera, cuando damos el paso de fe para
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perdonar, Dios obra algo milagroso en
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nuestros corazones. No solo nos capacita
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para perdonar una vez, transforma
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nuestra propia naturaleza
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convirtiéndonos en personas
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caracterizadas por el perdón. Pero
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observen algo importante en la narrativa
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de Josué. Los sacerdotes no solo se
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metieron en el agua y emergieron
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rápidamente, se quedaron en medio del
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Jordán, sosteniendo el arca de la
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alianza mientras todo el pueblo cruzaba.
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permanecieron firmes en su posición
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hasta que todos estuvieron a salvo al
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otro lado. Esta es una poderosa imagen
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de liderazgo espiritual y sacrificio. A
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veces estamos llamados a ser como estos
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sacerdotes. Mantengámonos firmes en la
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difícil posición del perdón, no solo por
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nosotros mismos, sino para que otros
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puedan encontrar sanación y liberación.
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¿Cuántas familias se han transformado
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porque alguien decidió romper el ciclo
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del dolor y el resentimiento? ¿Cuántas
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comunidades han sanado porque alguien
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dio el primer paso hacia la
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reconciliación? ¿Cuántas generaciones
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futuras fueron bendecidas porque alguien
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se negó a transmitir el lastre de la
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falta de perdón? Mis queridos hermanos y
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hermanas, hoy se encuentran ante su
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propio Jordán. Al otro lado se encuentra
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la libertad, la paz y la alegría que
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provienen de un corazón que perdona.
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Pero para llegar allí deben dar el
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primer paso a través de las aguas
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turbulentas. Puede que digan, "Padre, no
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sabes lo que esta persona me hizo. El
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dolor es demasiado profundo, la herida
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demasiado reciente y puede que tengas
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razón, pero recuerda, no estás cruzando
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solo. El mismo Dios que estuvo con
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Moisés, que estuvo con Josué, que
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prometió estar con nosotros hasta el fin
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de los tiempos, está contigo." El perdón
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no es un sentimiento, es una decisión.
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No necesita sentir deseos de perdonar
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para comenzar el proceso. Comienza con
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una oración sencilla. Señor, elijo
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perdonar a esta persona. Todavía no lo
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siento mi corazón, pero elijo obedecer
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tu palabra. Ayúdame en este proceso. Y
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así como las aguas del Jordán se
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separaron cuando los pies de los
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sacerdotes las tocaron, descubrirán que
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Dios comienza a obrar en sus corazones
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en el momento en que den este paso de
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obediencia. Que seamos un pueblo
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caracterizado por un perdón radical. Que
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nuestras vidas sean testimonios vivos de
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la gracia transformadora de Dios. Que
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como el pueblo de Israel crucemos
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nuestras propias aguas imposibles y
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entremos en la tierra prometida de
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relaciones sanadas y corazones libres. Y
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que la paz de Dios, que sobrepasa todo
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entendimiento, guarde sus corazones y
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mentes en Cristo Jesús, hoy y siempre.
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Amén.
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[Música]
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Santo Miguel Arcángel, defiéndenos en la
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batalla. Sé nuestro amparo contra la
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perversidad y las asechanzas del
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demonio. Reprímale, Dios. Pedimos
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suplicantes y tú, príncipe de la milicia
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celestial, arroja al infierno con el
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divino poder a Satanás y a los demás
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espíritus malignos que andan dispersos
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por el mundo para la perdición de las
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almas. Amén.
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[Música]